La incomodidad de la pregunta
La pregunta por el sentido de la vida siempre me inquietó. No tanto por la respuesta, sino por lo que desordenó después. Porque cuando me animé a preguntarme ¿qué sentido tiene todo esto?, ¿qué estoy buscando con esta decisión?, ¿qué quiero realmente? lo que apareció del otro lado no fue precisamente una respuesta acabada, sencilla y limpia. Fue más bien un gran vacío. Y el vacío incomoda.
¿Te pasó?
Es cierto que vivir no es solo mantenernos respirando. Sobrevivir es una de nuestras necesidades, pero no la única. ¿Qué sostiene nuestra vida más allá de la supervivencia? ¿Qué nos hace levantarnos de la cama cada día, aún cuando no tenemos fuerza o ganas?
Viktor Frankl, psiquiatra judío que sobrevivió a los campos de concentración nazis, dedicó gran parte de su vida a esta pregunta. No lo hizo desde la comodidad, sino en medio del horror. ¿Cómo se sostiene la vida cuando todo lo que conoces se derrumba? ¿Cómo se sostiene en la incertidumbre, en la amenaza constante de una muerte inminente? El estaba seguro de que había algo más que el mero instinto de sobrevivir y salío a buscarlo.
Frankl se preguntó:" “¿Tiene todo este sufrimiento algún sentido? (…) Porque si no, definitivamente la supervivencia no tiene sentido, pues la vida cuyo significado depende de una casualidad —ya se sobreviva o se escape de ella— en último término no merece ser vivida.”
Él decía también: “Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo.”
Así fué cómo encontró que es el sentido que le otorgamos a nuestra vida, nuestras circunstancias y experiencias lo que nos impulsa a vivirlas. Pero no encontró esta respuesta sino a partir de un proceso de búsqueda. Y esto quiere decir que, al menos durante un tiempo, no supo qué lo mantenía con vida, ni por qué hacía lo que hacía. Hasta que en un momento lo descubrió. Y en ese momento, las piezas del rompecabezas se acomodaron.
Lo entendió desde la ignorancia. Lo entendió desde el vacío. ¿Me seguís?
No hay manera de llegar al sentido sino es a través de habitar el vacío. De bancar el proceso de búsqueda, la frustración de no encontrar y el placer que deviene de explorar.
Nos enseñaron que si tenemos todo claro el camino es más fácil. También que tenemos que amar lo que hacemos. Que tenemos que dejar huella. Que la vida tiene que estar llena de sentido todo el tiempo. Pero no nos hablan de cómo encontrarlo.
¿Y si el vacío no fuera entonces un error, un déficit, sino más bien el punto de partida?¿Y si el vacío no fuera entonces la ausencia, sino un espacio fértil?
Nadando en lo desconocido
No encontrarle sentido a todo no es sinónimo de estar perdido: es estar disponible. Es habitar un espacio donde el deseo se despierta, donde la búsqueda cobra sentido por sí misma.
Esquivamos el vacío porque urgamos ahí para encontrar algo. Pensando más en la meta que en el proceso. Habitar el vacío en presente es dejar de poner el foco en lo que pase después. Si no simplemente en lo que pasa. No es hacer para encontrar, si no simplemente hacer. Cuando abandonamos la lucha por salir del vacío y nos entregamos a la experiencia, habilitamos que las cosas nos pasen.
Cuando el sentido no aparece, podemos buscar un para qué de nuestras acciones. Un propósito, una dirección, una brújula que nos guíe en el camino. Pero la trampa sigue ahí cuando transformamos el próposito en un mandato. Cuando afirmamos que el propósito es obligatorio, que si no lo tenés, no valés. Ahí es un buen momento para recordar que el vacío no es el infierno del sinsentido. El vacío es el umbral.
¿Te animás a estar ahí un rato?
Yo estuve. Estuve en esos momentos en los que me preguntaba: ¿Qué sentido tiene emigrar? ¿Qué sentido tiene mi trabajo? ¿Qué sentido tiene este proyecto en el que estoy metida hasta el cuello?
Me frustré. Me enojé. Busqué sentido con desesperación. También rechacé esas preguntas porque dolían. Lo que más dolía era no saber. Pero cuando empecé a quedarme un poco más ahí, descubrí algo:
del vacío nace el deseo.
No del tenerlo todo claro. No de la respuesta correcta.
Si no de la curiosidad. De las ganas de explorar lo que todavía no sé.
Es cierto que llevar una vida con sentido nos da una sensación de bienestar, tranquilidad, nos motiva y nos impulsa a seguir. No lo niego. Pero la ecuación objetivos claros+sentido=éxito garantizado es cuestionable. Nos insisten con el propósito porque el sistema necesita que sigamos funcionando. Necesita que le demos sentido a lo que hacemos porque si no, el sinsentido amenaza con frenar la maquinaria. Pero vivir con propósito no tiene que ser otro mandato productivo más. Puede ser otra cosa.
Puede ser vivir desde el deseo, la intuición, los valores.
Podemos encontrar sentido o propósito a nuestra vida y perderlo incontables veces. Sabes qué va a volver entonces? El vacío. La exploración y la búsqueda.
Ahí donde no sabés qué sigue, empieza el movimiento.
En un mundo volátil, no nos sirve EL propósito eterno y estático. Nos sirven más bien brújulas, al menos un propósito que le dé dirección a ciertas acciones, no a toda tu vida. Que se adapte a las circunstancias, que viva en presente, conectado con la versión más genuina que puedas ofrecerle al mundo y que se transforme a su medida.
Sostener la tensión, atreverse a sentir
¿Qué pasa si en vez de huirle al vacío lo transformamos en casa por un rato?
¿Qué pasa si dejamos de buscar desesperadamente una gran pasión, un propósito eterno, una meta perfecta?
¿Qué pasa si nos dejamos explorar, probar, buscar con curiosidad?
No hace falta tener todas las respuestas.
Hace falta sostener las preguntas.
Hace falta vivir en la tensión, porque desde esa incomodidad se abre el camino.
Frankl decía que las tensiones son necesarias. Que el ser humano necesita luchar por una meta que merezca la pena. No eliminar tensiones, sino animarse a sentirlas. A quedarse ahí un rato más.
¿Y si hoy no necesitás propósito, sino pausa?
¿Y si el sentido llega cuando dejás de apurarte a encontrarlo?
¿Y si lo que nos sostiene no es únicamente el propósito si no el deseo que subyace?
¿Y si las respuestas no son siempre rápidas, pero la búsqueda ya es en sí misma una forma de estar viva?
Esto es vivir en movimiento.
Gracias por llegar hasta acá,
Con cariño,
Juli.
Hermoso Julita ❣️🫶🏼